LA ÚLTIMA COMPRA DE AGUSTÍN TOXAR

Fue mi primer cliente y durante una época era la única persona que se acercaba a mi taller. Ese día su hija, manteniendo un brazo extendido como si quisiera cortarme el paso, me dijo que hacía dos noches que él no dormía y no dejaba de nombrarme. Aunque ya casi era la hora del almuerzo, sobre las mesas del restaurante que solo tenían puestos los salvamanteles, flotaba un aire de final de jornada. La niña señaló una puerta para indicar que su madre estaba en la cocina y durante unos segundos aguardé algún sonido. Luego me condujo por una escalera estrecha, oculta por un biombo al fondo del local. Ella se quedó a mitad del tramo y yo entré en el cuarto sin llamar…
M. Gregorio